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MARLENE DIETRICH
Y
EL SEXO
La influencia e importancia de los genes en los seres humanos emprenden su recorrido entre la sangre de una misma unidad familiar....¿por que ?....Pues sencillamente a mi me pasó. Desde niño la persona que me ha enseñadlo mas de cine, literatura y del arte en general, fué mi padre, admito que sus genes vibran en mí y con orgullo, porque era un ser único e irrepetible. Mi padre adoraba a Marlene Dietrich, y para mi fué la primera actriz que comenzó a navegar en mi mente, junto con otros, pero ella representó durante aquellos años lo que yo entendía como el glamour en el cine. Desgraciadamente mi progenitor se fué pronto de mi lado y asumí muchas cosas de él. Tal vez por recodar tantas cosas en estos instantes de mi existencia, me he propuesto escribir sobre esta extraordinaria actriz....una mujer que nos ha dado a todos los que amamos el cine, el sentido que tiene el mismo.
-"Hermoso trasero, pero necesita un rostro "-
Esta fue la reacción de Josef Von
Sternberg, su descubridor, al conocerla. Ella entonces era una jovencita
rellenita, de rala cabellera y rudas facciones, pero el director alemán supo
vislumbrar lo que se escondía tras esa vulgar fachada y apostó por ella. La
joven María Magdalena Dietrich, había dado con su Pigmalión. Atrás quedaban su
carrera de violinista, truncada por una oportuna lesión de muñeca, sus inicios
en el famoso Teatro Alemán con el prestigioso Max Reinhart y su matrimonio con
un checo, Rudolf Sieber, al que había conocido durante el rodaje de una película
de cine mudo y con el que tendría a su única hija, María. Marlene había
mantenido tórridas relaciones con miembros de uno y otro sexo cuando conoció a
Von Sternberg. Casi inmediatamente se hicieron amantes y él inició su obra:
estaba dispuesto a convertir a la joven Marlene en una bomba erótica. La
transformó en la femme fatale por antonomasia. Volcando en ella todos sus
conocimientos y obsesiones fetichistas, la modeló a su gusto y la hizo
fascinante. Le incitó a perder unos kilos, le enseñó a maquillarse y a iluminar
su rostro a fin de disimular su ancha nariz nórdica y marcar sus pómulos
eslavos, le cambió el peinado y, lo más importante, su personalidad. La joven
aprendió a hacer de su lánguida mirada un argumento de seducción y a desplegar
con descaro esas interminables piernas que en el futuro aseguraría por miles de
dólares. Descubriendo el inherente magnetismo de la Dietrich, Von Sternberg hizo
de ella un ardoroso y subyugante objeto de deseo. Creó el mito erótico, Lola
Lola, la depravada reina del cabaret de El ángel azul, fue el personaje con el
que debutó en el cine y su catapulta a la fama. Había nacido Marlene. La
película, considerada una obra maestra de la historia del cine, cosecha un gran
éxito, descubre a la estrella y a la vez muestra una sociedad corrompida y en
crisis: el nazismo estaba al acecho. La actriz, siempre esplendorosa, ya de
pequeña gustaba de lucir las joyas y pieles de su madre que llevaba a escondidas
al colegio ante la asombrada mirada de sus compañeras. Así no es extraño que
gastase su primer sueldo en un suntuoso abrigo de pieles. Cegada por el éxito,
abandona a su marido y su hija, sigue a Von Sternberg a Hollywood. Éste le
consigue un contrato para la Paramount y, convencido de su talento, se entrega a
Marlene. Empecinado en hacer de ella una irresistible vamp insiste en su figura:
le hace perder quince kilos y, a fin de afinar su rostro, la convence para que
se extraiga las muelas del juicio, la maquilla para acentuar su teutona palidez
y depila sus cejas a lo Greta Garbo, quien curiosamente sería su eterna rival.
Siempre se las compararía e incluso compartirían amante,
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Director y estrella viven juntos aunque en casas separadas, lo que no impide que la esposa de Von Sternberg pleitee con la actriz por ‘enajenación conyugal’. La Dietrich saldría victoriosa. Se inicia una fructífera relación durante la cual ruedan seis obras culminantes: Marruecos, junto a Gary Cooper, en la que no oculta su bisexualidad y luciendo un esmoquin besa provocativamente a otra mujer; su película favorita Fatalidad, El Expreso de Shanghái, La Venus rubia, Capricho Imperial y El diablo es mujer, donde interpreta a una ardiente tabaquera española con una tópica visión de nuestro país que provocó un conflicto hispano-estadounidense de grandes proporciones. Tras romper su relación con Von Sternberg rueda con directores como Hitchcock, Wilder, Lubitsch o Welles, otro antiguo amante bajo cuya batuta interpretaría su último papel como protagonista en Sed de mal. Su clamoroso éxito atrajo la atención de Hitler, que intenta convertirla en primera estrella de cine del Reich, a lo que ella se niega rotundamente. Lo detestaba y militó activamente contra el nazismo, lo que le acarrearía no pocos problemas con sus compatriotas, aunque ella siempre reivindicó sus orígenes pese a nacionalizarse americana. En 1943 se embutió en un uniforme militar y acudió presta a arengar a los aliados a primera línea de fuego. Entonando su Lilí Marleen, que la consagró como cantante, se convirtió en un símbolo para los soldados de ambos bandos. En 1947 recibiría la Medalla de la Libertad. A finales de los años cincuenta, su nombre ilumina los letreros de las salas más importantes del mundo, desde Las Vegas a París. El ángel azul, retomaba su carrera musical y triunfaba como cantante. Llegó a ganar dos millones de dólares como show-woman, conquistando a sus admiradores que, fascinados, acudían a contemplar a su ídolo en carne y hueso
DICHO POR SU HIJA MARIA
-"A los tres años yo sabía que no tenía una madre, sino una reina"-
Esa declaración tan simple e inocente esconde una gran tragedia que la hija de Mariene Dietrich ha tratado de relatar en un libro de más de 800 páginas. Los pies de dos fotografías dan una ligera idea de lo enrevesado de la trama: Maria Riva aparece con Mercedes, "la novia de mamá,"; Maria Riva aparece con Tami, "la amante de papá". La enorme sombra de la legendaria actriz berlinesa, vuelve comparsas a todos los demás, incluida Maria Riva, quien considera que su madre era una mujer cruel y asexuada, únicamente consciente de su papel de diosa en el mundo. Un personaje, de una complejidad tal que hasta a ella misma se le escapa de las manos.
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- "Pero si ella no entendía nada de sexo"- Comenta
Maria Riva de su madre-
Entre los amantes de Marlene Dietrich, que cita Donald Spoto en su biografía, figuran Josef von Sternberg, John Wayne, Gary Cooper, Maurice Chevalier, Yul Brynner, Kirk Douglas, el escritor Erich María Remarque, Stefan Lorant, Douglas Fairbanks Jr, Jean Gabin, Rudi Sieber, la escritora Mercedes de Acosta y John Gilbert, estos dos últimos, ex amantes de Greta Garbo.Por eso, me sorprende la declaración de Maria Riva, que añade:
- "Sobre sexo visual, sobre erotismo sexual, sí sabía mucho: piernas, medias, ropas, cuerpo. Pero del sexo en sí pensaba que era algo muy vulgar y que el acto era muy feo, lo mismo que dos personas haciendo el amor. No creo que nunca conociese o experimentase el amor sexual real. Pienso que jugaba a ello, que lo pretendía, que hacía la farsa. Si no, no se entiende que los hombres le durasen tanto. Y creo que su poder como mujer sobre los hombres es un hecho que se remonta a Helena de Troya: los hombres sueñan con la posibilidad de hacer sentir a la diosa algo que ella no haya experimentado nunca antes. Eso les apasiona, les intriga..., y mi madre jugaba muy bien, era una magnífica actriz fuera de la pantalla, incluso mejor que dentro de ella"-
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En el libro aparecen líneas terribles -"Mi madre me dio de mamar con tanta perseverancia que durante el resto de mi vida tuve que oír que yo era la única responsable de que tuviera los pechos caídos"-, y párrafos despiadados que forzosamente llaman más la atención, el gran alarde de memoria, a veces prolija que Riva ha desencadenado."Meter la cosa...ellos siempre buscan meterte la cosa; es todo lo que quieren, si no lo permites en seguida dicen que no les quieres, se enfadan contigo y se marchan". A este consejo de Marlene Dietrich a su hija sigue lo siguiente: "Ella prefería la felación porque le permitía dirigir la escena. Además, entonces consideraba que las europeas tenían mucha habilidad para eso. La Dietrich adoraba también a los impotentes"... Mariá Riva, de 68 años, declara: "Cuando quieres escribir la verdad sobre algo, tienes que escribir la verdad sobre todo". Y añade: "No creo que mi madre supiera el significado de la palabra entregarse. Ella tomaba pensando que estaba dando, y esa fue su tragedia. Nunca lo supo, y no podías explicárselo porque era incapaz de entenderlo. Era inútil decirle: 'No puedes hacerle eso, te ama; no puedes utilizar ese amor como un bomba contra él". Ella pensaba que cuando le entregaban amor era un gran privilegio para ellos, pues les era permitido amar a la diosa". Dietrich vivió los tumultuosos años veinte berlineses, y ya entonces "empezaba a darse a conocer por su ingenio cáustico, su libre sensualidad y su apreciación por ambos sexos", dice Maria "Ese aspecto es paradójico, porque la mayoría de la gente piensa en ella como la mujer emancipada que se anticipó mucho a su tiempo, los años treinta, vistiendo pantalones, ganando su propio dinero, diciéndole a su esposo lo que debía hacer, tomando un amante cuando lo deseaba.... Pero, por otro lado, iba a la cama con los hombres sólo porque si no lo hacía podían abandonarla, lo que es la más femenina de las razones. "Nunca pensé en ella como una madre", "Dietrich era eso para lo que todos nosotros trabajábamos... la imagen y la leyenda Dietrich... Nunca pensé en mi madre como en una madre, nunca. Y cuando la gente me pregunta si la echo de menos ahora que está muerta, yo contesto: 'tienes que tener algo, antes de poder echarlo de menos'". Maria Riva insiste en que si hubiese querido escribir un libro como venganza lo hubiera hecho estando su madre viva. "Sería ridículo tratar de vengarse de un muerto". Asegura que ha querido narrar una doble tragedia, la de Marlene Dietrich, adicta al alcohol, a los somníferos y a la idea de la muerte durante 20 años, y la de Maria Riva, también ex alcohólica.
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El secreto mejor guardado de John F.
Kennedy no estuvo relacionado con la Guerra Fría, con el Muro de Berlín, con la
amenazante presencia de Fidel Castro y su giro al comunismo en la vecina Cuba,
ni en las reservas nucleares de Estados Unidos y de su rival de entonces, la
URSS, ni en la creciente tensión en Vietnam. El secreto mejor guardado de
Kennedy fue su vida sexual. No difirió mucho de la que esgrimía en su vida
anterior a ser presidente: fue promiscuo, imprudente, desatado e irresponsable.
“Harold, no sé si a vos te pasa –le dijo una tarde JFK al ministro británico
Harold Macmillan– pero cuando paso más de tres días sin una mujer, sufro de
intensos dolores de cabeza”. Tenia una frágil salud, entre los males que padecía
el de Addison, una insuficiencia suprarrenal que le provocaba fatiga, debilidad,
anorexia, náuseas y vómitos... Ayudó a elaborar una teoría justificativa de su
conducta, cifrada en la gran cantidad de medicamentos que recibía: era la
química la que desataba el deseo sexual. Parece una hipótesis descabellada.
Desde muy joven, cuando era un muchacho sano, Kennedy hizo gala de su atractivo
físico y de su éxito con el sexo opuesto: competía en eso con su padre y
hermanos. De todas, la más célebre aventura de Kennedy fue su romance con
Marilyn Monroe. Las relaciones se iniciaron incluso antes del triunfo electoral
de Kennedy, en 1960. El 19 de mayo de 1962, en el Madison Square Garden, la
Monroe celebró el cumpleaños 45 de Kennedy de manera muy especial. Apareció en
el escenario con un ajustado vestido color carne en el que lucían infinidad de
piedras cosidas a mano. Marilyn se llevó la mano a la frente para divisar en la
platea a Kennedy y después, en un susurro, cantó el más célebre “Happy Birthday,
Mr. President” de la historia... “Después de esto, me puedo retirar tranquilo de
la política”, dijo el homenajeado. Fue la última aparición pública de Marilyn:
apareció asesinada en su casa de Los Angeles tres meses después, el 5 de agosto
de 1962. Kennedy tuvo amores con varias secretarias de la Casa Blanca . Una de
ellas, Mimí Alford, tenía entonces 19 años y perdió su virginidad con JFK. Otras
dos chicas de la Casa Blanca que retozaron entre las sábanas de Kennedy o en la
piscina climatizada en la que el presidente solía nadar desnudo para aliviar,
entre otras cosas, sus dolores de espalda, fueron Priscila Wear y Jill Cowan,
veinteañeras las dos, a las que llamaban “Fiddle” y “Faddle”. Kennedy anduvo en
amores con Pamela Turnure, de 23 años, secretaria de prensa de su mujer , con
las actrices Jayne Mansfield, Gene Tierney y Angie Dickinson y con la activista
social y pintora Mary Pinchot Meyer, cuñada del periodista Ben Bradlee, director
del Washington Post y amigo personal de Kennedy, que se enteró del romance
varios años después. El servicio secreto vigilaba a Kennedy. El 8 de marzo de
1963, durante una cena y baile en la Casa Blanca, un agente anotó: “A la 1:30
a.m. el Presidente pasó dieciocho minutos con una invitada en el área de la
piscina y, a las 2:40 a.m. retornó allí con otra invitada, por espacio de doce
minutos”. Kennedy también tuvo sexo, varias veces, con una chica que alternaba
camas con asiduidad y ligereza: era amiga del “Rat Pack” que lideraba Frank
Sinatra y que integraban entre otros Peter Lawford, Sammy Davis Jr. y Dean
Martin. Fue Sinatra quien presentó a Kennedy a la atractiva Judith Campbell. La
historia no hubiese merecido miradas especiales, a no ser porque la Campbell
era, al mismo tiempo, amante del mafioso Sam Giancana y porque Giancana estaba
en tratos con la CIA para intentar asesinar a Fidel Castro. La Campbell, años
más tarde y convertida en la señora Judith Exner, contó todo en su libro “My
Story”. El presidente de los Estados Unidos tuvo amores con Marlene Dietrich,
cuando la actriz tenía 62 años. Fue el 10 de septiembre de 1963 y en la Casa
Blanca, según asentó en el diario de visitas la secretaria de Kennedy, Evelyn
Lincoln: “A las 3:45 de hoy Marlene Dietrich vino a ver al presidente. Luce unas
espléndidas y largas piernas, a pesar de sus 62”. Kennedy debía ver esa tarde al
embajador egipcio y la Dietrich debía asistir a un homenaje que le hacían los
veteranos de guerra judíos en el Statler Hotel de Washington...“¿No tenemos
mucho tiempo, no?” preguntó él. “No, Jack, supongo que no”, dijo ella, según
reveló años después. También reveló que el encuentro fue “dulcísimo y veloz”.
Kennedy se durmió después y la Dietrich dio una muestra de veteranía: se vistió
en silencio y esperó. Pero Kennedy seguía dormido. Entonces le gritó: “Jack,
despiértate: tengo a dos mil judíos esperando. Sácame de aquí”.Kennedy se
envolvió en una toalla y la guió hacia el ascensor. “Estaba allí parado, sin
pudor alguno, como si fuese algo de todos los días. Y probablemente fuese así”,
recordó Dietrich. Antes de despedirse, Kennedy mostró parte de su estilo
competitivo y el lado oscuro de sus laberintos.
–" Hay sólo una cosa que quiero saber. ¿Lo hiciste alguna vez con mi padre?-"
– "No- contestó la Dietrich-
– "Bueno, al menos en eso soy el primero "-
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Josef von Sternberg hizo de Marlene la más glamourosa y sofisticada de las
mujeres fatales, abocada irremediablemente a la divinización. Amaba, sí, con
pasión y entrega, cierto, pero su carne pecadora siempre quedaba redimida por
ese halo de sublimidad que aureolaba su pasión ciega. Marlene era una vamp
ambigua, que no se recataba en manifestar su erotismo bisexual en personajes
misteriosos que se movían en entornos exóticos. Su inaccesibilidad era de orden
metafísico, pero en su vida cotidiana el desorden de sus transgresiones era
ultrafísico. Marlene Dietrich supuso el tránsito de la divinidad a la
sofisticación. Mientras respondía a una fantasía imposible en la pantalla se
entregaba a los otros sin más restricciones que el buen gusto y no siempre la
discreción. Una frase de «El expreso de Shanghai» es tan elocuente como
definitoria del cambio mítico: «He necesitado algo más que un hombre para
cambiar mi nombre por el de Shanghai Lily». Ésa fue su divisa: la indiscriminada
glotonería sentimental entre amantes masculinos o femeninos; siempre personas
importantes o intelectuales de reconocido prestigio. Para ella, el acto de amor
supremo era poderles cocinar o cuidarlos en cuanto abandonaban el dormitorio.
Sedujo a la amante de Garbo, Mercedes De Acosta, con continuos envíos de flores
y una proposición insólita: «Querría preguntarte si dejarías que cocinara para
ti». Mantuvo con ella el llamado «matrimonio de Boston», eufemismo para una
relación lésbica. También lo hizo con John Gilbert porque, como buena
conquistador, perseguía cuanto se relacionara con Greta Garbo, tratando de
apoderarse si no de su aura al menos de sus amantes. Con Hemingway fue amor
materno más que sexual. Y con Von Sternberg comenzó con una relación amorosa y
de sumisión que culminó al comienzo en una dolorosa confrontación sadomasoquista
de la que ambos salieron malparados. Entre sus muchas conquistas, tuvo una muy
especial con el actor de origen ruso Yul Brynner cuando éste tenía treinta años
y triunfaba en Broadway con «El rey y yo»… Ambos amaban el fetichismo, y se
intercambiaban cartas subidas de todo y dibujos pornográficos. Marlene una vez a
la semana le enviaba a su camerino la ropa interior usada. El furor interino con
Brynner fue tan apasionado que hasta su hija María Riva, cuenta que sus andazas
amorosas, las vivió como una pesadilla. También se veían en el camerino de
Broadway, entre función y función, o en el apartamento que Marlene decoró con
sedas de Siam y una cama «king size» para retozar con su gitano. Yul había
nacido en Suiza era hijo de rusos blancos ricos y había estudiado con Cocteau.
Yul lo contó para promocionarse, pero lo ocultó cuando se fue a Hollywood para
interpretar a Ramsés II en «Los diez mandamientos» (1956), y borró a Marlene de
su autobiografía.
Marlene había estudiado canto y música, encaminando sus pasos hacia el mundo del
espectáculo desde su adolescencia trabajando en números de cabaret. Los
humeantes clubes nocturnos de la Alemania de los años 20 fueron el escenario
idóneo en el que la atrayente sensualidad y liberal sentido de la sexualidad de
la rubia cantante comenzara a manifestarse manteniendo múltiples relaciones con
personas de ambos sexos. En 1924 contrajo matrimonio con Rudolph Sieber, con el
que tuvo su hija Maria. El enlace con Sieber fue su única boda, ya que aunque
mantuvo infinidad de romances con gente de toda condición, Marlene jamás se
divorció de Rudy, como ella le llamaba, estableciendo una estrecha relación de
confidencia a pesar de romper en el año 1929. Para mejorar sus aptitudes para la
actuación y poder iniciarse en la industria cinematográfica, la actriz alemana
acudió a clases de interpretación del prestigioso Max Reinhardt, debutando en la
pantalla grande con “Der Kleine Napoleón”. En los años 20 también participó en
“Die Freulosse Gasse”, película en la que estaba acompañada por divas de la
talla de Asta Nielsen o Greta Garbo. Marlene admiraba profundamente a esta
última actriz, con quien intentó intimar sin éxito. Sus papeles cinematográficos
en este período eran breves, lo que le obligaba a continuar con sus actuaciones
cabareteras para sufragar sus gastos. Tras una de sus funciones nocturnas un
cliente se dirigió a ella para ofrecerle una prueba para su nueva película. El
film era “El Ángel Azul” y el espectador Josef Von Sternberg. El triunfo
comercial de “El Ángel Azul”, película que adaptaba una novela de Heinrich Mann
(hermano de Thomas Mann), provocó que el director y su estrella se trasladasen a
Hollywood para debutar en la capital del cine mundial con los estudios Paramount,
compañía que pretendía convertir a Marlene en la respuesta a la sueca Greta
Garbo. Además de en “El Ángel Azul” la pareja compartió créditos en “Marruecos”,
película con el “legionario” Gary Cooper en la que Dietrich encarnó a una
cantante de cabaret, “Fatalidad” , film de espionaje protagonizado por Victor
McLaglen, “El Expreso De Shangai”, película con Clive Brook en la que Marlene da
vida a la prostituta Shanghai Lily, “La Venus Rubia”, film con Cary Grant y
Herbert Marshall en la que vuelve a interpretar a una cantante de cabaret,
“Capricho Imperial”, con John Lodge en la que encarnó a una princesa prusiana en
Rusia, y “El Diablo es Una Mujer”, film ambientado en España y basado en una
novela de Pierre Louys con el actor César Romero.
El listado de amantes de Marlene en
Hollywood se ampliaba día a día, ya que la alemana le tiraba los tejos a casi
todos los actores y actrices de cierto atractivo físico con los que compartía
rodaje. El sexo era algo normal y prioritario en la existencia de la intérprete
germana. Cuando coincidía con una persona (masculina o femenina) que le parecía
sugestiva a nivel sexual no dudaba en proponerle un momento de ardiente pasión.
El éxito de las películas que rodó con Von Sternberg hicieron de Marlene la
actriz mejor pagada del período, especialmente en la primera mitad de la década
de los 30, cuando era una leyenda viva.
Greta Garbo conoció a la que debería haber sido el gran amor de su vida: se
llamaba Marlene y disponía de un pequeño papel de extra en la misma cinta. La
historia de su primer encuentro está a la altura del mito que más adelante
llegaron a proyectar: al parecer debían rodar en medio de una escena muy
concurrida, y el personaje de Greta Garbo tenía que desfallecer, inconsciente,
en los brazos de Marlene Dietrich. Durante todos sus años de Hollywood la
Dietrich negó haber participado en esa película, aunque lo cierto es que sí
apareció y dicha escena ha quedado para la posteridad, tal vez como el
prometedor inicio de una historia finalmente frustrada. Pero no adelantemos
acontecimientos, porque durante el rodaje de "Bajo la máscara del placer", ambas
actrices se convirtieron, contra todo pronóstico, en inseparables: Marlene se
erigió en la anfitriona y confidente de Greta, llevándola por todos los locales
berlineses de moda y haciendo alarde de una desinhibición que sin duda debió
descolocar a la tímida Garbo. No es ningún misterio la variedad de amantes que
Marlene Dietrich atesoró durante toda su vida: parece que era bastante visceral,
lo que sin duda debió cegarla a la hora de admitir cualquier trascendencia en
sus sentimientos hacia Greta. Esta, por el contrario, creyó haber encontrado ese
ideal en el que tanta esperanza había depositado: pronto la amistad se trasformó
en romance y el romance en un vínculo por el que Greta rompió su habitual
mutismo. Confió en Marlene, le contó cosas de su pasado y de sus sueños, cosas
que nunca había compartido con nadie. El idilio se truncó cuando el talento de
la Garbo empezó a trascender fronteras y Hollywood llamó a su puerta: entonces
Marlene se dejó envenenar por la envidia hacia una carrera que parecía ser más
meteórica que la suya propia, y ya nada volvió a ser como antes. Varios años
después, cuando las dos eran ya divas consagradas del Hollywood dorado, negaron
hasta la saciedad haberse conocido antes de que Orson Welles las presentara en
una de las muchas fiestas que entonces constelaban la meca del cine. Al parecer
ambas actrices llegaron al acuerdo, a través de un conocido común, de fingir que
nada había sucedido entre ellas a riesgo de que sus carreras se vieran
resentidas. Resentida parecía seguir la Dietrich, y tan atrevida como siempre,
cuando se dedicó a criticar a Greta con acusaciones tan pueriles como que “era
estrecha de mente, ignorante y provinciana” u otras más vulgares como que
“llevaba ropa interior sucia”. Aquellas declaraciones debieron ahondar en la
herida de la Garbo, que sencillamente optó por hacerle el vacío durante el resto
de su vida: jamás se pronunció sobre la Dietrich, y mucho menos se hizo eco de
sus provocaciones. Al contrario que esta, nunca se casó, no tuvo hijos ni
tampoco romances perdurables. Sí cultivó largas relaciones epistolares, tanto
con hombres como con mujeres que en varios casos habían sido sus amantes. Se
retiró prematuramente del cine, tal vez consumida por la impertinencia de la
fama o sobrepasada por la magnitud de su propio mito. En el caso de la Dietrich,
dicho mito pareció convertirse en una droga: lo cultivó hasta sus últimos días y
parece que a su amparo se ocultaba una personalidad bastante insegura, incluso
solitaria. La misma personalidad que le impidió admitir una relación que lo
habría cambiado todo; una relación que tal vez habría podido salvar a dos de las
más míticas actrices de sus propios fantasmas.
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Además de los títulos con Sternberg son destacables películas como “Deseo”, “Angel”, “La Condesa Alexandra”, "Arizona". Por esa época Marlene ya se había nacionalizado estadounidense, hecho que junto a la negativa dada a Adolf Hitler ante la petición del dictador alemán de que su estrella regresase al cine germano, alimentó una animadversión creciente entre la población de su país de origen. Este desafecto se acentuó todavía más cuando tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Marlene apoyó al ejército aliado. Este activo sostén militar provocó que la actriz alemana no apareciese con regularidad en las pantallas cinematográficas a lo largo de la década de los 40. Sus películas más importantes en este período son “Siete Pecadores” (1940), film dirigido por Tay Garnett y co-protagonizado por John Wayne (con quien mantuvo un breve pero apasionado romance), “La Llama De Nueva Orleáns” (1941) de René Clair, “Manpower” (1942) de Raoul Walsh, “Los Usurpadores” (1942), título de Ray Enright sobre la fiebre del oro en Alaska que le volvió a encontrar con John Wayne, “Capricho De Mujer” (1942), comedia con bebé que dirigió Mitchell Leisen, “Kismet (El Príncipe Mendigo)” (1944), film ambientado en Bagdad de William Dieterle con Ronald Colman como co-protagonista, “Las Rayas De La Mano” (1947), película de Leisen en el que interpretó a una gitana junto a Ray Milland, o “Berlín-Occidente” (1949), film de Billy Wilder. A pesar de que su glamourosa presencia, ya no impresionaba tanto al publico, Marlene continuó luciéndose para directores de la talla de Alfred Hitchcock con “Pánico En La Escena” (1950), Fritz Lang en el western “Encubridora” (1952), Billy Wilder en la adaptación de Agatha Christie “Testigo De Cargo” (1957) y su amante Orson Welles en “Sed De Mal” (1958). A principios de los años 60 decidió abandonar el cine, ocupándose más de su faceta teatral desarrollada tanto en Broadway como en Las Vegas. Una de sus últimas apariciones fue en “Vencedores o Vencidos” (1961), film dirigido por Stanley Kramer sobre el juicio de Nuremberg a los nazis y un film digno de volver a ver, pues es una obra maestra indiscutible.
A finales de los años cincuenta, su nombre ilumina los letreros de las salas más importantes del mundo, desde Las Vegas a París. El ángel azul, retomaba su carrera musical y triunfaba como cantante. Llegó a ganar dos millones de dólares como show-woman, conquistando a sus fieles admiradores que, fascinados, acuden a contemplar a su ídolo en carne y hueso.
Se retiró de la pantalla durante un largo tiempo, retornando estelarmente en la década de los 70 con “Gigoló” (1974), una película de David Hemmings protagonizada por David Bowie y Kim Novak. Viendo marchitar su belleza, decide en el ocaso de su vida recluirse en su casa de Paris, en la Avenue Montaigne.
-"Han escrito 55 libros sobre mí, pero no pienso leerlos"-.
Marlene, irónica y caprichosa, es un volcán, a sus 85 años, ha
consentido en hablar durante días con el actor y director Maximilian Schell para
que éste rodara un documental sobre su vida. No quiso salir ante la cámara ni
tampoco que le doblaran la voz. El resultado es un apasionante documento de 90
minutos llamado "MARLENE", dirigida por Maximilian Schell. Se negó a aparecer
ante las cámaras, pero su voz es la de una anciana de irresistible seducción. El
proyecto de rodar un documental sobre Marlene fue difícil de realizar. El
productor Karel Dirka tenía la idea desde hace años y propuso que el trabajo
corriera a cargo de Peter Bogdanovich. Marlene, indignada, lo rechazó porque era
un desconocido. Las otras opciones eran Orson Wells, Billy, Wilder y Maximilian
Schell. Cuando. éste último se negó aduciendo que él no era director de
documentales, fue cuando Marlene Dietrich insistió en que fuera precisamente
Schell el que lo hiciera.
La historia de este documental forma parte de la imagen que Marlene se ha
labrado en años de celuloide. La actriz llamaba a Schell para contarle sus
problemas y le devolvía los guiones con anotaciones como: "Hacía tiempo que no
leía tantas tonterías juntas". Una vez que Schell se decidió a rodar la
película, las cartas, las conferencias y las llamadas fueron interminables.
Finalmente, en septiembre de 1982, Schell se entrevistó con la actriz en París.
Cuando Marlene se enteró de que la entrevista duraría cuarenta horas, comentó:
"¡Cuarenta horas! Quiere usted que hable y hable durante cuarenta horas. Estáis
locos". Dice la nota de Prensa que a los tres días se les acabó la conversación,
porque Marlene se limitaba a responder con monosílabos: "sí", "no", "tonterías".
Nuevas negociaciones hicieron posible una conversación entre Maximilian y
Marlene sobre sus películas. Surgió una discusión que después Orson Welles
comentaría diciendo: "Ella ama las desavenencias". Un año después se construyó
en Múnich un decorado y se rodó la película. Schell confiesa que siempre tuvo la
secreta esperanza de que en el último momento la actriz se pusiera delante de la
cámara".
En el documental !MARLENE!, se muestra caprichosa, implacable, mandona y hasta
mentirosa en lo que es su propio retrato; un retrato que resulta realmente
seductor y entrañable. Marlene dice odiar a las feministas, odia también sus
primeras películas y está "hasta las narices" de El Angel AzuL Tampoco le gusta
el sentimentalismo, porque se confiesa una mujer práctica. Sólo cuando habla de
Spencer Tracy, Marlene suaviza su tono y su voz; algo inusual en una mujer que
considera "cursi" todo aquello que no le gusta, y no le gustan muchas de las
escenas de amor que forman parte de la historia del cine y de una de sus más
míticas figuras.
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Los últimos doce años de su vida los pasó recluida en su casa parisina, falleciendo en la Ciudad de la Luz el 6 de mayo de 1992. Con posterioridad y ya sin rencores patriotas, el mito Marlene Dietrich fue enterrado en la ciudad de Berlín. Su edad sólo ella la sabía. Su lecho presenció un largo desfile de amantes, pese a ello en una entrevista a La Vanguardia se definía como ‘la mujer más sola del mundo’. Por su expreso deseo, yace junto a su madre en su Berlín natal. A su entierro asistieron solo personas muy íntimas.
!!! GRACIAS A ACTRICES COMO MARLENE......PODEMOS SEGUIR PENSANDO.... EN QUE GRANDE ES EL CINE !!!