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SANSÓN Y DELILAH

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una enorme Superproducción del maestro Cecil B. DeMille. El director transforma una temática compleja, de base resbaladiza y de dificultad considerable, como es el relato bíblico que nos ocupa, "la leyenda de Sansón y Dalila", centrándose en las relaciones entre ambos, sin olvidar en ningún momento el contexto que las condiciona, en un film denso y apasionante, de un turbador erotismo e incansable complejidad en todos los niveles. A destacar la interpretación de Hedy Lamarr, está sencillamente deslumbrante. Es ella la verdadera protagonista, puesto que sobre su personaje se sostiene el dramático desarrollo de toda la película. Por otra parte, Víctor Mature cumple con creces, aunque quizá esté un poco más limitado por la benevolencia de su personaje. Sin embargo, en las escenas íntimas con Hedy, en las que es presa de la pasión que siente por ella, está sencillamente arrebatador. La fotografía es maravillosa. La puesta en escena de infarto y, las escenas finales sencillamente espectaculares.

DeMille consigue imprimir al film un aura de misticismo embriagador, como sólo se consigue en los mejores sueños. Poética y metafórica. Película mítica llena de delirio emocional...

 

 Sublime.

 

 

 

 

 

 

LA HISTORIA DE SANSÓN, SEGÚN LA BIBLIA.-

 

 

La historia de Sansón, ejemplo memorable de una prodigiosa fuerza de cuerpo y de lastimosas flaquezas de corazón, y de Dalila, mujer de costumbres más que sospechosas, causante de la ruina de Sansón, cuyo amor traiciona. La historia se cuenta en los capítulos 13,14, 15 y16 del libro de los Jueces, en la primera parte de la Biblia. El nacimiento de Sansón, como el de Isaac, tuvo un origen milagroso. También al igual que Sara, la madre de Sansón era estéril. Un ángel le aparece y le dice:

 

“Concebirás y darás a luz un hijo”

“Y la mujer dio a luz un hijo, y le puso por nombre Sansón. Y el niño creció y Jehová lo bendijo”-

 

Dice un proverbio árabe que el hombre caprichoso no es un hombre, es una cosa. Los caprichos convirtieron a Sansón, hombre superdotado, en una cosa en manos de sus enemigos. La vida caprichosa de Sansón se abre quebrantando los principios religiosos en los que había sido educado. La Ley dada por Jehová a Moisés prohibía los casamientos mixtos. El joven judío se encapricha de una mujer que habitaba en la ciudad filistea llamada Timnat, hoy día una aldea a 25 kilómetros al sudeste de Jerusalén, de nombre Tibna. Los padres intentan persuadirle de su error. Le razonan:

 

- “¿Es que no hay ninguna mujer en tu tribu o en todo nuestro pueblo, para que tengas que elegir esposa entre éstos filisteos incircuncisos?-

 

El caprichoso se aferra al deseo; lo quiero, lo ordeno, esta es mi voluntad. “Sansón respondió a su padre: consígueme esa, porque esa es la que me gusta”. Desde Sorá, en la tribu de Judá, donde vivían, se trasladan a Timnat. En el camino un cachorro de león le salió al paso rugiendo. Sin nada en la mano, “Sansón desgarró al león como se desgarra un cabrito”. Llegado a Timnat “habló con la mujer y quedó prendado de ella”. ¿La había visto antes?, ¿entonces? ¿Estuvo Sansón en Timnat anteriormente? ¿Algún amigo le habló de la mujer? No importa. Comienzan los siete días que duraba el festejo de boda. Los padres de Sansón “dieron una fiesta como es costumbre entre los jóvenes. Los filisteos, por su parte, eligieron treinta mozos para acompañarlo”. Sigue el caprichoso con sus veleidades. Quiere jugar. Propone un enigma a sus jóvenes acompañantes: “del que come salió comida, y del fuerte salió dulzura”. Se refería a la miel que había encontrado en las fauces del león. El tiempo pasaba y no conseguían resolver el enigma. Astutos, recurren a la esposa recién estrenada. Dicen a la mujer: “consigue que tu marido nos descifre la adivinanza. De otro modo, tú y tu familia seréis pasto de las llamas”. La esposa de Sansón claudica. Por miedo o por debilidad.  La mujer filistea, cuyo nombre no aparece en la Biblia, se rompió. Traicionó a Sansón antes de que lo hiciera Dalila. Mimosa, dice al marido: “tú me odias, no me amas. Has propuesto una adivinanza a mi gente y no me la quieres descifrar”. Sansón se resiste, pero por poco tiempo. Ella insiste. Difícil caer en los brazos de una mujer sin caer en sus redes. Escribe el autor sagrado: “ella estuvo lloriqueándole los siete días que duró la fiesta. Hasta que al séptimo día se la descifró, porque lo tenía aburrido”. ¡Pobre Sansón! No tuvo tiempo de leer a Salomón:

 

- “Mujer de valía es corona del marido, la desvergonzada, carcoma de sus huesos”-

 

En este punto de la historia el hagiógrafo da entrada a Dalila: “después de esto, se enamoró de una mujer de la vaguada de Sorec, que se llamaba Dalila”. Sorec estaba enclavada en un valle ancho entre Jerusalén y el Mediterráneo. Dalila también era filistea, tampoco judía como él. Salomón advirtió: “emparenta con la inteligencia, para que te proteja de la mujer ajena, de la extraña de palabras seductoras”. Aquí está retratada Dalila, pero cuando Salomón encendió la luz roja en las relaciones hombre-mujer, Sansón llevaba tiempo muerto y enterrado. Los filisteos continuaban tras la caza y captura del forzado héroe judío. Figurándose que tendría alguna parte vulnerable imaginaron robarle su secreto por medio de Dalila, una mujer de la que mal sabría defenderse Sansón. ”los jefes de los filisteos acudieron a Dalila y le dijeron: engáñalo y averigua de dónde le viene esa fuerza tan enorme, y cómo podríamos amarrarle bien fuerte y de esta manera dominarlo. Te daremos cada uno de nosotros mil cien siclos de plata”  Poderoso caballero es don dinero, y por dinero baila el perro, el dinero es como un sexto sentido; sin él no podríamos desarrollar los otros cinco. La avariciosa y engañadora Dalila entra en acción. “Como todos los días lo importunaba con sus palabras y lo tenía aburrido, le abrió todo su corazón” . Le confesó que su fuerza estaba en el cabello. Sansón era nazareo, una secta religiosa del antiguo Israel. Señal principal de todo nazareo era dejarse crecer el pelo. Corre y cuenta a los jefes filisteos su victoria. Estos acuden de inmediato. Eran cinco, luego la traición le deparó cinco mil quinientos siclos de plata. Una fortuna. Acto seguido Dalila duerme a Sansón sobre sus rodillas y llama a un hombre que le cortó las siete trenzas de su cabellera. Luego, la muy taimada grita: “Sansón, los filisteos sobre ti”. Sansón reaccionó, pensando, como otras veces, salir airoso. Pero a pesar de su cuerpo robusto, ya era tarde. La fuerza había huido de Sansón. Los filisteos se apoderan de él, le vacían los ojos y cargado de cadenas lo encierran en una cárcel donde daba vueltas a la rueda de un molino. Tiempo después los filisteos celebran una fiesta en el templo de su dios Dagón. Estaban todos los jefes y unas tres mil personas. Mandaron llevar a Sansón para que les sirviera de diversión. ¡Qué cuadro tan patético! El hombre fuerte, el hombre caprichoso, convertido en un bufón... Los filisteos ignoraban que al crecerle el pelo en la cárcel le habían vuelto las fuerzas. En medio de la algazara Sansón, que no veía, pide a un muchacho que lo lleve hasta las columnas del templo. Agarrado a ellas, grita: “muera yo con los filisteos”. “Sacudió las columnas con todas sus fuerzas y el edificio se derrumbó sobre los jefes de los filisteos y sobre toda la gente allí reunida. Y los que mató al morir fueron más que los que había matado en vida”. Así murió Sansón y tal fue la victoria de Dalila. Sobre su paradero después de la traición amorosa nada dice la Biblia. El ejemplo de su perfidia ha quedado como una prueba de la trágica influencia que una mujer puede ejercer sobre el hombre si ella se lo propone.

 

 

 

 

  

 

El film está directamente basado en las Escrituras, concretamente en el Libro de los Jueces. Realizada por un experto en relatos bíblicos de tono épico, el gran Cecil B. DeMille, también director de El signo de la cruz o Los diez mandamientos. Curiosamente un maestro conocido por este tipo de películas, que en realidad constituyen una parte pequeña de su sólida y abundante producción. SANSÓN Y DALILA, es un vistoso espectáculo, rodado con abundancia de medios, con escenas muy brillantes, y una tremenda sobriedad narrativa. El imponente Víctor Mature realiza uno de sus mejores papeles. Espectáculo bíblico de Cecil B. De Mille que se ha terminado convirtiendo en pieza única en interpretaciones y lujosa estética. Es una épica colorista con paroxismo en sus emociones sexuales y sentimentales sobre asuntos de traición, venganza, sacrificio, seducción, idealismo y lealtad. La enorme sensualidad de Hedy Lammar y la corpulenta presencia de Víctor Mature lideran el aspecto interpretativo de este gran film, cuya base kitsch sublima la valía de algunas escenas que por su énfasis han quedado un tanto diluidas con el paso de los años, sin dejar de ser una pieza fundamental en la Historia del cine....La película ganó el Oscar al mejor vestuario y a la mejor dirección artística. Esta superproducción que, en versión libre y brillantemente complementada por los guionistas Jesse Lasky Jr. y Fredric M. Frank, se convierte por momentos en un colorido y monumental espectáculo bíblico, y en una singular y conmovedora historia de amor con marcados aires de tragedia griega. Para ver las diferencias con la historia que vemos en la película, pueden remitirse al Antiguo Testamento: capítulos 13 al 17. El filme gana muchísimo cuando trasciende la parte mítica que hay en el texto bíblico y expone, con una lúcida mezcla de racionalidad y espiritualidad, el cuento de la fuerza en el pelo, al tiempo que nos muestra a Sansón como un hombre más cuerdo, reflexivo y con mejores motivaciones para cada uno de sus actos. Los diálogos agregados por los guionistas son de gran belleza y vitalidad, con significativos efugios filosóficos, y muy emotivos en la relación que se da entre Sansón y Dalila. Con gran agudeza se va entretejiendo una conflictiva, difícil e intensa historia de amor que se convierte, al final, en un drama refulgente y eterno, y en una clara demostración de que, el amor resentido es capaz de las peores venganzas, mientras que el amor con-sentido da lugar a los mayores esfuerzos y sacrificios. Los recursos técnicos de la época no bastaban para lograr el realismo que se ha alcanzado en los últimos años y esto hace que escenas como la pelea de Sansón con el león y aún la espectacular tragedia del templo, sin los medios informáticos de hoy en día se vean hoy de forma artesanal. El filme de De Mille aún conserva mucha de su fuerza dramática y sigue siendo edificante y aleccionador en sus propósitos de mostrar la vacuidad del poder y el gran desatino que es preferir el frío metal a la fuerza renovadora de un corazón apasionado. Y por supuesto, queda bien claro que el verdadero poder humano es el resultado de su unión con Dios y de su fe indoblegable en objetivos que sirvan a la humanidad. Creo que, con su actuación, ya a nadie le queda duda de que, además de bellísima, Hedy Lamarr era una muy estimable actriz. Todo lo que necesitaba para demostrarlo era tener a su lado a un buen realizador y vaya que lo tuvo.

 

 

Esta es otra de esas películas que marcaron mi infancia. Vista hoy en día remasterizada, la primera sorpresa es el gran colorido del que se vale Cecil B. DeMille para firmar una de las grandes obras de su carrera. El lobby judío americano, que ya en aquella época dominaba los estudios hollywoodienses, siempre dispuesto a reivindicaciones nacionalistas judías, encargó una serie de películas basadas en mitos del Antiguo Testamento entre las que destacan "La Biblia" de John Huston, "Salomón y la Reina de Saba" de King Vidor, "Los diez mandamientos" de Cecil B. DeMille, o la presente "Sansón y Dalila", una superproducción realizada con mucho oficio y gran sentido de lo que es el cine, películas como ésta nos hace recordar siempre:

 

-!!QUE GRANDE ES EL CINE !!-

 

 

 

 

 

 

Hedy Lamarr está perfecta en su papel de femme fatale, teniendo los mejores par de piernas de Hollywood. Es mucho más atractiva que Angela Lansbury, a la que,  siempre recordaremos más por sus papeles de ya avanzada edad en "Se ha escrito un crimen". Y qué decir de Víctor Mature. Si en mi crítica de "Atila, rey de los hunos" decía que Jack Palance es y será Atila, lo mismo podríamos afirmar de Víctor Mature con Sansón. Es el papel de su vida, y ni el cuadro de Rubens. ni ninguna de las mediocres adaptaciones posteriores podrán cambiar que para el imaginario colectivo Sansón siempre tendrá el rostro de Mature. No quiero olvidar el gran trabajo de George Sanders, excelente como siempre, inteligente y cínico rey de los filisteos, el pueblo del mar. Parece ser que estos eran descendientes de los pelasgos, antiguos habitantes de Grecia, y que al llegar a Israel se establecieron en la franja de Gaza.

 

 

 

Hedy Lamarr era ya conocida y realmente, la actriz ejemplificaba muy bien el estereotipo de mujer fatal dentro de este tipo de cine bíblico, causa de perdición del héroe, usando sus encantos femeninos. Afortunadamente, tan machista visión queda bastante adulterada con Cecil B. DeMille. Hedy crea a una villana con su corazoncito, con muchas aristas y realmente complicada en sus motivaciones, un personaje redondo y que, probablemente, sea la verdadera protagonista de la historia. Sus momentos con Víctor Mature, son interesantes y muy sugerentes. Mature, pese a tener porte de galán y héroe, tenía muchos reparos en arriesgar su físico en cualquier escena, lo cual explica algunos momentos cuando tiene que pelearse con fieras o demás, situaciones que son bastantes en este film, como el héroe del pueblo de Israel frente a los filisteos. DeMille da un verdadero lavado de cara al argumento, creando una hermosa historia de amor-odio, con final impactante.... !! una verdadera joya !!.

De todos los episodios bíblicos quizás sea "Sansón y Dalila" el más apasionante, el maestro DeMille logra una obra maestra con su traslación al cine de la turbadora historia entre el melenudo Mature y la filistea Dalila. Es esta una película asombrosa, con logros magníficos y de todo punto infravalorados. No solo ostenta logros como su maravillosa fotografía de George Barnes o un acabado irreprochable, sino que además presenta nada más y nada menos que la ubicación de la "femme fatale" en la bíblica antigüedad, en un personaje logrado hasta lo exasperante, en lo interpretativo. Dalila, cronológicamente, pudiera ser casi la primera vampiresa de la humanidad: un ser malvado, codicioso y a la vez enamorada hasta la médula de Sansón, quién le cuenta su divino secreto guardado en los cabellos. En realidad, este amor no supone sino la mezcolanza social de dos clases antitéticas: los de un humilde pueblo pastor; los filisteos, opulentos y poderosos. Un adelantamiento al surrealismo y a la tragedia shakesperiana de "Romeo y Julieta". Pero no se queda ahí: en la complejidad de su argumento no deja de lado pasiones y sentimientos humanos como el orgullo, la integridad o la redención. Me atrevería a decir, y a modo de síntesis, que es una obra capital en muchos aspectos... !!Puro cine !!.
 

 A partir de la Gran Depresión, la industria hollywoodiense se encontró ante un dilema: habiendo invertido importantes sumas de dinero en sus producciones, comenzó a notar que las salas no se llenaban debido a la crisis económica que asolaba al país. Los norteamericanos sólo sentían atracción por el sexo y el dinero, y Hollywood reaccionó en consecuencia. Para ellos, el cine era una industria pensada para ganar, así que los directores recurrieron al sexo, la violencia, el adulterio o las drogas. Semejante despliegue en las pantallas pronto habría de chocar con el puritanismo del pueblo estadounidense. La cada vez más atrevida producción cinematográfica hollywoodiense iba paulatinamente ignorando, e incluso muchas veces contradiciendo, los principios morales tradicionales. DeMille, un vanguardista en la materia, en "El homicida", filmó el primer beso entre dos lesbianas. Y cinco años después, en "Rey de reyes", una sensual Jacqueline Logan, en el papel de María Magdalena, enloquecía a los espectadores. Y en "El signo de la cruz de", Claudette Colbert destilaba erotismo por todos los poros de su cuerpo. "Sansón y Dalila" esa complejidad en una, aparentemente, sencilla película bíblica, se debate entre los celos mortales, el deseo, el amor, la envidia, el sentimiento de culpa, el egoísmo y el arrepentimiento, todo en un solo personaje, encarnado por la sensual Lamarr. A su lado, Víctor Mature como Sansón, cumple con creces su papel de inocente pueblerino engañado por gente aviesa y retorcida, su pecado es el considerarse invencible y como King Kong, es vencido por la belleza, aunque sea a traición. Cierra el triángulo bíblico el personaje de Sanders, un extraordinario secundario de exquisitas maneras y que mereció mejor suerte en Hollywood. Sanders muestra el personaje más complejo, retorcido, paciente, un depredador que espera a su presa y que no la odia, puesto que está más allá de esos sentimientos.

 

 



-¡! DADME UNA PAGINA DE LA BIBLIA Y HARÉ UNA PELÍCULA ¡! -


Cuando Cecil B. De Mille dijo ésta frase, estaba claro que no se refería al llamado Libro de los libros, sino como una fuente inagotable de argumentos en los que se mezclaban el drama, la aventura, el amor y el odio, pero un puritano reconocido como él y que pocas veces dejó de lado sus aspectos religiosos. Aunque tenía la etiqueta de realizador de grandes espectáculos, donde mejor se refleja su personalidad es en los films que son menos espectaculares. Es lo que sucede en “Sansón y Dalila”, donde fue más allá de lo habitual para ritualizar, una fijación por el sexo en los límites de lo obsesivo. En el apogeo de la censura norteamericana, utilizó los relatos sagrados para mostrar mujeres de pechos desbordados, hombres bien dotados, diálogos lascivos, escenas lujuriosas, orgías, crímenes y lenguajes descarnados, a pesar del severo Código Hays. DeMille mezcló la religiosidad con el mercantilismo de sus mastodónticas películas, con miles de extras, efectos especiales nunca vistos, escenarios monumentales y una voracidad pantagruélica por las ganancias ante todo. Según él, los norteamericanos solo sentían atracción por el sexo y el dinero; temas que explotó en las 70 películas que dirigió. Sus biógrafos lo consideran el inventor de la narrativa cinematográfica y creador del primer estilo fílmico, que por primera vez logró transformar al espectador en cómplice de lo que sucedía en la pantalla.



DeMille pidió a Hedy, en la primera escena de Sansón y Dalila , apareciera sentada en un muro, pero con las piernas abiertas, lo cual encendió a los espectadores y engatusó a los censores de la Liga de la Decencia con el cuento de que era una escena del Antiguo Testamento. Algo similar ocurrió con Los diez mandamientos . Los productores querían a Audrey Hepburn para el papel de Nefertari, esposa el faraón,  DeMille se opuso porque consideró a Hepburn muy poca cosa y prefirió a la exuberante y carnal Anne Baxter, y a su vez, le dió el papel de Sephora a la extraordinaria Yvonne De Carlo.

 

 

 

 

 

SOBRE CECIL B. DEMILLE

 


Sus problemas con el gremio artístico llegaron al punto más álgido cuando algunos colegas lo acusaron de soplón y de redactar una lista negra para el Comité de Actividades Antiamericanas, del senador Joseph McCarthy. Cecil transformó la manera en que se producía el cine en Hollywood y murió con las botas puestas. Durante la filmación de Los diez mandamientos sufrió un ataque cardíaco en unas locaciones en Egipto, pero se recobró apenas para finalizar lo que sería su última película.del director. Estrenada en 1956 contó con un reparto de ensueño; 12.000 extras, 15.000 animales, rodada en Egipto y el Monte Sinaí, usó casi millón y medio de litros de agua para la escena del Mar Rojo; un guión tan ágil que los espectadores apenas notan las cuatro horas de duración del filme. Más que un director de cine parecía un faraón, con poderes omnímodos y un despliegue de grandeza propio de un emperador del celuloide. En La vida secreta de los grandes directores se describe su fetichismo. Su oficina parecía el palacio de Odín; tenía el piso tapizado con pieles de oso polar, donde retozaba como un lobezno mientras un criado tocaba el violín. Adondequiera que iba lo acompañaba un sirviente filipino con un taburete a cuestas para que el director tuviera donde asentar sus augustas posaderas. Quienes caían en su gracia podían ser invitados a una cabaña íntima, donde unas sugerentes mujeres bailaban la danza de los siete velos al ritmo del bolero de Ravel, para después saciar los apetitos en la cama. No obstante, su mayor obsesión eran los pies y los tobillos de las mujeres, al punto que la actriz Bebe Daniels, una de sus amantes, dijo que él se limitaba a lamerle el talón, mientras se masturbaba. Esa pasión surgió, según algunos, después de que leyó que la artista Julia Faye presumía de tener los pies y tobillos más hermosos de Estados Unidos. Se comentó también que Paulette Goddard, irrumpió en la oficina de Cecil y puso sus pies desnudos sobre el escritorio para que los lamiera y obtener así un papel en el filme Policía montada de Canadá .

Más allá de esos fetichismos era un marido maravilloso, y Claudette Colbert se insinuaba constaantemente al director sin éxito cuando filmó El signo de la cruz:

- “Le amé profundamente. Debo confesar que por más que me insinué, por más situaciones que puse para comprometerle, nunca conseguí nada. ¡Estaba demasiado enamorado de su esposa! ¡Fue una lástima!”-


Actores como Charlton Heston o Yul Brynner lo consideraban un maestro, un confidente, un amigo y un padre que rescató lo mejor de sus personalidades, y les permitió interpretar sus papeles con absoluta libertad. La actriz Hedy Lamarr dijo:

- “Nadie como él para extraer todo el erotismo que había en mí, y para hacer que Dalila fuera el mismo demonio. Estaba pendiente hasta de los más mínimos detalles sobre mi vestuario, si veía un pliegue que no le convencía de mi túnica, repetía la escena hasta estar convencido de que su caída era perfecta. Jamás conocí a alguien como Cecil, era único”-.

La película que nos ocupa, es todo un clásico, obra artesanal total y absoluta, pieza de culto y una colosal e indiscutible obra maestra de enormes dimensiones, cuando hoy en día, aún se puede visionar con admiración, con orgasmos mentales-masturbadores, retrocediendo en el tiempo en que éramos esos jóvenes insaciables de sensaciones. El maestro Cecil B. DeMille creó la leyenda y los mitos de las estrellas con sus desbordantes películas, hizo del cine el espectáculo más grande del mundo e inventó Hollywood y eso me hace siempre pensar que con seres así:

 

!! EL CINE SIEMPRE SERÁ GRANDE !!.