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G I G I

 

 

 

 

 

 

 

Es una de esas películas positivas que me hizo pasar un rato inolvidable, pues los personajes son magníficos, además de la banda sonora, en mi opinión comparable a My Fair Lady, aunque esta se llevó toda la fama. Las canciones preciosas, la ambientacion más todavía, la puesta en escena genial e ingeniosa además de secuencias como auténticos cuadros, en algunos momentos me recordaba escenas de Muerte en Venecia, pero por supuesto, nada que ver. Preciosa película la cual te hace pasar un buen rato aunque no guste el musical, no es mi caso, me apasiona y Gigi me trae muy buenos recuerdos y hace días que la volví a ver y me causó la misma impresión. Una película poco pretenciosa (a pesar de ser un musical no es que se le añadan complicadas coreografías o ballets)  se limita a contarnos la historia de una niña que se convierte en mujer. Los personajes son entrañables (sobre todo Maurice Chevalier), las situaciones cómicas pero realistas y el vestuario muy bello. Mejor verla subtitulada pues hay partes que no se traducen fielmente con el rodaje y que nos dan una idea de la libertina sociedad parisina. Una película que siempre nos proporcionará una agradable sonrisa.... ¿Algo negativo? Se hace corta.

 

 

 

 

Como casi todas las películas de Minnelli, es un film hecho por un entusiasta, y se disfrutará más, si se es un entendido como su director. Vaya por delante que Minnelli no es de los que la historia y el entretenimiento le dan igual, y de hecho se buscó unos guionistas de excepción y entre todos le dieron muchas vueltas a cómo hacer amena una historia de amor en la que uno de los protagonistas está abiertamente aburrido y cansado de todo, y básicamente se pasa media película en un estado de apatía suprema (la solución, convertir la apatía en indecisión, y a Gastón en alguien que no sabe lo que quiere en lugar de alguien que no quiere nada, poniéndole mucha guasa a esa indecisión y alguna cancioncilla para amenizar); Minnelli buscó y consiguió que su historia fuera ágil.... (esas elipsis dignas de Lubitsch, ese montaje sin un solo fundido a negro para no parar el fluir musical de la trama, esas escenas que podrían haber sido de tediosa exposición y se resuelven con una frase ácida tipo “como siempre, veneno insuficiente”); pero, en el fondo, todos sabemos que lo que Minnelli quería era hacer una película sobre Francia, su arte, su frivolité, su belle époque. Entretenida para el que quiera una historia ingeniosa y llena de matices, sí, pero además deslumbrante para el que capte cada referencia cultural, desde las caricaturas de los magníficos títulos de crédito hasta el Art Nouveau del dormitorio de Honoré, desde el hotel Roches Noires que pintó Monet hasta el mobiliario anticuado de la tía Alicia.

 

 

 

 

Pero no pensemos que la historia va por un lado y la imaginería de Minnelli por otro, no. Todo está perfectamente ligado, pues la historia, como las imágenes, es una celebración de esa cultura que tan alejada debía parecer a los directores americanos de los 50, sometidos al código Hays de censura. Gigi cuenta la historia de una chica educada en la frivolidad amorosa de la belle époque, que se rebela contra su destino, pero, lejos de criticar con ello a los frívolos, Minnelli celebra su hedonismo y alegría de vivir, sin censurar tampoco a la propia Gigi, sino, con generosidad, defendiendo la libertad de cada cual para elegir lo que más se ajuste a sus deseos y sentimientos. Haciendo malabarismos en el fino alambre de la permisividad del cine americano de los 50, Minnelli consigue que el espectador avispado entienda todo el juego sexual subyacente en la historia y lo disfrute, mirando con divertida envidia esa Francia liberal y hermosa de principios de siglo XX (y todo su arte y legado cultural), y mirando a la vez con ternura a la joven Gigi y sus sentimientos más profundos. Y así, consigue una obra llena de vida… y cultura. Para muchos, será otro musical cursilón y anticuado. Pero el espectador atento descubrirá una película inteligentísima, ingeniosa, libre y hasta libertina, llena de gracia desde su fondo hasta la más estudiada y diletante de sus imágenes. Sí, es claramente posible quedar encantado, pero sintiendo que, al final, te acoges sin restricciones a como han quedado las cosas. Piénsenlo bien y ustedes tendrán sus ejemplos. Yo acabo de comprobarlo nuevamente viendo a “GIGÍ”, el musical de Vincente Minnelli, con el que se haría a tres globos de oro y a nueve premios Oscar...incluidos, en ambos, el de Mejor película y Mejor director... Trataré de explicar lo antes dicho. Formalmente, la película es inobjetable, pues en ella todo es esplendoroso (decorados, iluminación, vestuario, fotografía, canciones…) y París (¡otra vez París como la tierra de cuentos de hadas!) resulta tan grata con su espectacular colorido, como tan divertidamente con sus aristócratas trajes, su comidilla y ambiciones desmesuradas.

 

 

 

 

 

Nos encontramos en el París de la Belle Epoque de 1900, durante la III República francesa , cuando se celebró además la gran exposición de París, época en la cual la Alta Burguesía se desenvuelve en medio de lujosas fiestas y una más bien aceptada socialmente promiscuidad, de la cual ya la entonces prensa se hacía de oro con sus exagerados reportajes sobre los amoríos y rupturas de los grandes magnates y empresarios, llenando los chismes de sociedad. París, 1900. Honoré Lachaille (Maurice Chevalier), un maduro solterón y gran conquistador es el narrador y uno de los protagonistas de la historia. Nos cuenta el cambio de niña a mujer de una joven colegiala llamada Gigi, quien vive con su madre(una cantante de Ópera frustrada) y con su abuela, Madame Álvarez, que quiere introducir a su nieta en los ambientes de esa alocada burguesía para ser la nueva amante de un joven millonario y bastante mujeriego, llamado Gastón (Louis Jourdan), sobrino de Honoré, quien nos introduce en la historia. Se da la circunstancia de que Gastón es un amigo de la familia quien pasa ratos bastante más gratos con la joven Gigí y "Mamita", como él llama a la abuela, jugando a las cartas, que en esos ambientes burgueses llenos de amoríos, rupturas y suicidios por amor, que le tienen al hombre ya aburrido. Gastón ve a Gigí como la niña que aún es. Tía Alice (Isabel Jeans), hermana de su abuela una mujer de alto nivel social pero bastante libertina, como era habitual en la burguesía francesa de hace más de un siglo, decide ponerse manos a la obra, cual Pigmalión con Galatea y formar a su sobrina nieta para convertirla en la nueva consorte del millonario Gastón. Con lo que no cuentan todos es que Gigi tiene un espíritu rebelde y a la vez puro que está por encima de ese materialismo y sobre todo detesta esa falsa moral de la apariencia en la que le quiere introducir su tía Alice. Gastón, por su parte también se va dando cuente de que no tiene sentido alguno la vida que lleva y de que siente algo verdaderamente importante por Gigi, que ya no es tan niña. Se puede decir que Vincente Minnelli, Lesie Caron, Alan Jay Lerner y Arthut Freed volvieron de nuevo a la ciudad del amour, París, después de habernos regalado una joya del musical como es "Un americano en París " para adaptar como musical la novela corta, romántica, de la escritora francesa Colette, escrita en 1944. Hay que decir que se convierte en musical en esta adaptación al cine, corriendo las letras y melodías a cargo de los entonces prestigiosos Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, quienes estaban arrasando en taquilla con su producción "My Fair Lady", a la que considero “joya de la corona-.

 

 

 

 

 

Se convirtió la novela de collette en el que iba a ser uno de los musicales más taquilleros de la historia de la metro, hasta el punto de que las telefonistas de los famosos estudios llegaban a atender el teléfono diciendo M-Gigi-M. Previamente tuvo un enorme éxito en Broadway, con Audrey Hepburn encarnando a la protagonista. Alan Jay Lerner quería para el papel a la propia Audrey, habida cuenta de la enorme química que, además, demostró tener con Maurice Chevalier en la inolvidable "Arianne", realizada un año antes por Billy Wilder, pero Arthur Freed no estaba convencido y quiso apostar sobre seguro con Leslie Caron, con quien ya trabajó en "Un americano en París". Paradójicamente, Leslie Caron, tuvo la desgracia de ver como su voz fue doblada en las canciones por la cantante Betty Wand. Su interpretación como la jovencita colegiala de 17 años, a pesar de que ella ya tenía 27, resultó sin embargo bastante convincente y salio bien parada del envite. Resulta realmente deliciosa. La joven actriz francesa y excelente bailarina, debutó- al ser descubierta por Gene Kelly- en "Un americano en París", después triunfaría con la deliciosa película musical "Lilí", de Charles Walters, que junto a Mel Ferrer, encarnando a una pobre huerfanita de la que se enamora perdidamente un atormentado veterano de guerra ahora convertido en ventrílocuo y que expresa sus sentimientos por ella a través de sus marionetas. Después vendrían éxitos como "Las zapatillas rojas y Papá piernas largas". Fuera del género musical nos regaló buenos trabajos en "Operación Whisky" y "¿Arde París?" entre otras. Para el papel de Honoré, a quien Lerner otorgó un protagonismo inexistente en la novela de Colette, se contrató al ya entonces veterano, gran actor de Music-Hall, cine y teatro Maurice Chevalier, que se mueve como pez en el agua a lo largo de la película, hecho por el cual mucha parte de la Crítica que considera esta película una obra menor del género, acusan a la misma de ser un vehículo para el lucimiento personal de Chevalier, pero nada más lejos de la realidad.

 

 

Chevalier, siendo un hombre muy adinerado pero de carácter bastante liberal y conquistador, llega al público despertando la simpatía hacia él. Con esa manera de cantar, de hacer esos soliloquios y hasta se permite el lujo de bailar recordando sus años del music-hall, en el precioso número "I’m glad I’m not Young anymore", resulta realmente inolvidable. La Academia ese mismo año, le otorgó un Óscar especial por toda su carrera. En el comienzo canta "Thank Heavens for Little Girls" para hacernos ver a Gigi como la hermosa mujer en la que está a punto de convertirse. Otra escena memorable es cuando se encuentra con Madame Álvarez, quien fue el gran amor de su juventud curiosamente, en la playa cuando está pasando unos días junto a su nieta y Gastón, y cantan recordando su romance la inolvidable "I remembered it well", en la que vemos que Honoré lo recuerda casi todo, siendo ella quien se acuerda realmente de todos los detalles de cuando se conocieron., y con el maravilloso atardecer sumamente rojizo presentado por Minnelli, quien demostró su gran pasión por la intensidad de la colorimetría en sus películas, siendo en ésta donde más impone ese personalísimo sello suyo. Maurice Chevalier debutó en los cafés parisinos. Fue herido en la Primera guerra mundial y hecho prisionero por los alemanes. En 1928 comenzó su carrera en Hollywood. Nos regaló una maravillosa interpretación en "La viuda alegre (1934)" de Ernst Lubitsch. Alternó su carrera en su Francia natal con otros títulos como "Ma Pomme". Hay que destacar éxitos como la ya mencionada "Ariane", "Can-Can", "Fanny" (película de Joshua Logan en la que volvió a trabajar junto a Leslie Caron) o "Los hijos del Capitán Grant (1962)" entre otras. Su socarronería y su burla de las convenciones sociales como el matrimonio, que considera aburrido, hacen de su personaje el clásico granuja. Para el papel de Gastón se contó con Louis Jourdan, la tercera estrella protagonista, también francés. El reparto está realmente bien escogido. Gastón tiene un soliloquio realmente emotivo en el que canta como se da cuenta de que aquella niña con la que jugaba y a la que iba a ver ya se ha convertido en toda una mujer y que está perdidamente enamorado de ella, siendo el tema principal de la película. Jourdan debutó en el cine en una producción francesa, junto a Charles Boyer cuya realización fue interrumpida por el estallido de la Segunda guerra mundial, en 1939, y nunca volvió a retomarse.

 

 

 

 

 

 

El director filmó, con la excelente colaboración del director de fotografía Harry Stradling y en formato CinemaScope- en exteriores, como la torre Eiffel y recreó soberbiamente el famoso restaurante Maxim’s donde tienen lugar esos cotilleos sobre los amoríos de tan adinerados personajes. La obertura musical de "Gigi", que es preciosa, y tiene la grandiosidad de las de "West Side Story (1961)" (con aquel cambio de colores) y "My Fair Lady (1964)" (con esas flores del comienzo), está acompañada por dibujos originales del dibujante francés Sem, muy conocido en la época en la que se desarrolla el argumento por sus ilustraciones en revistas y periódicos franceses. La película obtuvo nada más y nada menos que 9 Óscars, convirtiéndose en el musical más premiado en aquel momento, récord que superaría "West Side Story (1961)" tres años después, incluyendo los relativos a la mejor película y al mejor director a parte de varios apartados técnicos. Una brillante comedia musical con un trasfondo realmente lleno de valores y del espíritu rebelde y puro del personaje principal, con ese rechazo al materialismo, las joyas y demás lujos burgueses y ese “guardar las apariencias”, ese mundo de tanta falsedad que rechaza Gigi, que se niega a convertirse en una cortesana, en una amante más del hombre del que está realmente enamorada, ella aspira realmente a otra cosa. Frase para recordar: "Créame, Mamita, me divierto más con esta traviesa mocosa, como usted la llama, que con cualquier persona en París". Y Gigí -la encantadora Leslie Caron a sus 28 años, haciendo perfectamente de niña de 20, pues en 1900 solo se era mujer a los 21- un personaje colmado de alegría por la vida, vivaz, juguetona y sin compliques de los que pululan en la artificiosa suciedad. Al verla junto a Gaston (nombre que suena exactamente en español a un hombre generoso con el dinero), sentimos de forma esperanzadora que la joven, va a tener el talento suficiente para rescatarlo de la farsa atropelladora en que él se desenvuelve cada día, no obstante que anhela constantemente el ambiente modesto pero palpitante en que viven la nieta y abuela. Gigí se deja manejar de su glamorosa y ambiciosa tía Alice… y lo que sigue nos prepara para ver lo que suele ocurrir en tal ambiente, con la terrible decepción de que vence la sociedad hipócrita y aristocrática, y la espontánea y vivaz Gigí, termina convertida en otra metalizada cortesana más, con ese frío aroma a sepulcro blanqueado. No salva ella a Gaston de este ambiente como nos hubiera encantado… ni la salva él a ella, al terminar aceptándola con su nuevo aire de frivolidad y acomodamiento.

 

 

 

 

 

 

En cambio, prefiere visitar con frecuencia a Gigi y a su abuela, que durante su juventud fue amante de su tío; un adorable playboy senior que disfruta de la vida al máximo. En casa de Gigi Gastón es feliz; puede ser él mismo y la encantadora muchachita saca siempre lo mejor de él. Esta preciosidad de musical, muestra con ternura la vida de estos dos amigos, maquillando una triste realidad: la abuela y la tía de Gigi la instruyen para convertirse no en una buena esposa, si no en toda una buena amante profesional: la enseñan a comportarse en público, a beber vino, a comer, a elegir el puro adecuado para su hombre, a servirle café.... Para todo aquel que le guste el buen cine, no puede pasar de esta deliciosa obra de arte dirigida por el genial Vicente Minelli. Luego de que todos los personajes principales nos son presentados, Honoré se encuentra con su sobrino Gaston y la amante de éste, Liane para una pequeña fiesta en Maxim’s. A lo largo de esta escena los personajes se expresan en dos niveles: uno objetivo y otro subjetivo que deja traslucir sus pensamientos. Chevalier incorpora además un tercer nivel que se desarrolla totalmente fuera de la acción, según el modo que estableció en mi momento número 1. Toda la escena fue filmada en el verdadero Maxim’s de París, lo cual debe haber sido un verdadero infierno revestido de espejos y telas suntuosas. Puede verse que el espacio es muy reducido, los movimientos de cámara de Minnelli son obligadamente simples y sin embargo la escena respira, está viva e incluso baila en tiempo de vals. Y lo que más me gusta de este momento es que no sólo es bello sino que también es importante en términos del desarrollo del personaje de Gaston: son muchas las sensaciones que lo atraviesan (su aburrimiento, su humor, un atisbo de celos y su anhelo de sentir, de entusiasmarse por algo) en una cancioncita que mezcla las dos formas de expresión, una suerte de recitado del que se vale casi siempre y el canto que sólo utiliza para sus emociones más profundas... (Jourdan no estaba conforme con su voz y encontró una manera para matizar lo que podía tomarse como un diseño de mecanismo de expresión interesante, que puede verse plenamente en la canción que lleva el título de la película).-

 

 

 

 

 

 

La disfruté del principio al final y sobre todo por la actuación de Chevalier que a mi entender se lleva todos los aplausos. Comedia musical fresca, con diálogos cantados imperdibles como así también los unipersonales...No he visto musicales de la época para poder compararlos pero si puedo decir que al finalizar el film encontré todo lo que una película, a mi entender, tiene que tener: entretenimiento, argumento sólido, buenas actuaciones y sobre todo sentir que haberla visto no haya sido una pérdida de tiempo...Antes de que el gusto del público americano hacia los musicales que se habían venido produciendo industrialmente en Hollywood desde hacía varias décadas cambiara, Minnelli, considerado por muchos el padre del cine musical moderno, supera toda expectativa y es agraciado con nueve Oscars. Sin duda alguna, la huella dejada por Minnelli en los musicales es destacada, sírvanos a modo de ejemplo sus obras “Cita en San Luis” y “Un americano en París”, películas que dejaron canciones y momentos inolvidables en la historia del cine, así como guardar en su haber estrellas tan fulgurantes como Judy Garland y Gene Kelly. Fiel a su concepción del cine, Minnelli nos ofrece una película llena de colorido donde cada personaje trata de caracterizarse con tonalidades diferentes (trabajo mucho más conseguido en la primera película completamente musical de todos los tiempo, la francesa de 1964, “Los paraguas de Cherburgo” del director Jacques Demy). Junto al color, hallamos su gusto por las películas de época, de modo que repite con el París de la Belle Époque, donde encontramos escenarios barrocos y estridentes, aparatosos vestidos y gestos afectados que tanta extrañeza provoca en el espectador moderno.

La Tercera República Francesa (1875-1940) a la altura de 1900 era a la vez el régimen más democrático del mundo, por encima incluso de los Estados Unidos, pero también, como no, el más corrupto e inmoral de su tiempo. Es cierto que el libertinaje en aquel país viene de antiguo pero es entonces cuando "triunfa" en las élites burguesas y republicanas la doble moral, las amantes o entretenidas o directamente la prostitución al por mayor. Los escándalos sexuales, y de otro tipo por supuesto, fueron muchos, pero el más grave sucedió un año antes, en 1899, cuando todo un Presidente de la República, Félix Faure, fallecía mientras mantenía relaciones sexuales con su querida en el propio Palacio del Elíseo. Estamos casi igual que con Hollande pero sin llegar la sangre al río.

 

 

 

 

 

El caso es que todo este mundillo decadente está lejos de ser criticado, sino que es dibujado de colores, risas y alegres canciones, no vayamos a aguar la fiesta insinuando de los diversos arroyos de los que trataban de salir la muy inmensa mayoría de estas chicas. Pero, ¿No se puede tomar como un simple musical sin poner la lupa en nada en concreto? Nueve Oscars se llevó "Gigi", incluido a mejor película...Cierto que tiene momentos divertidos, también que la parte musical, aquí se echa en falta algo de baile, es llevadera sin entusiasmar pero la historia es ambigua, y los personajes... El uno por viejo verde, el otro por soso y ella es la única que es coherente es esta frivolidad. Dirigida con un ritmo dinámico, y con un colorido maravilloso, impecable y espléndido, es digna de la gran producción que es, llena de detalles de lujo y ostentación. Pero aunque está bien llevada a cabo por el musical, se centra más en las canciones que en la trama en sí. La fotografía en color, está llena de detalles, tanto en los estupendos interiores como en los exteriores, y es llamativa y colorista, además de luminosa y armoniosa por mostrar con acierto el Paris de principios del siglo XX. Y la música, acompaña de principio a fin la cinta como el musical que es, cantando y narrando lo que ocurre a los protagonistas, siendo por momento bello y espléndido. Por último, cabe resaltar unos movimientos de cámara y planos estéticamente armoniosos en un gran trabajo. En definitiva, la considero una obra que, tiene un gran trabajo técnico e imaginativo, fotográfico, dirección, narrativa y música. Narrando la vida del París de 1900, aquel de Víctor Hugo y Óscar Wilde, al que llegó Valle-Inclán, Picasso y Machado, era solo un retrato de la alta sociedad, profundamente misógina, que coleccionaba  doncellas abandonadas a su suerte… Por otra parte, la dulce y bella Gigi nos atrapa a todos con su dulzura y espontaneidad. La película guarda algún paralelismo con “My Fair Lady” e incluso recordé erróneamente que era Audrey Hepburn. Me hizo reír especialmente la escena del vino, en que ella está aprendiendo y acaba emborrachada. En líneas generales, es una película que ha envejecido bien, especialmente por el poso que queda en el espectado, tal vez la película se tenia que haber extendido unos minutos más…Retrato de una sociedad cubierta de perlas, esmeraldas y zafiros; nuevos ricos...Es en lo que se ha ido convirtiendo una sociedad a medida que nos hemos ido alfabetizando.

 

 

 

 

 

El primer varón en aparecer frente a cámara introduce, no del todo delicadamente, la película... Honoré Lachaille es un veterano millonario miembro de una familia de azucareros que mira a cámara y cuenta que el año es el 1900 y el lugar París. El primer número musical, muy breve, en el que el personaje realiza un elogio de las niñas sirve para presentar a Leslie Caron, una joven muchacha que, para los cánones de la época, ya está en edad de formar una pareja. Mientras es entrenada por sus tías y abuelas en las artes de los modales que supuestamente debe tener una dama comienza a ser frecuentada por el galán Gastón Lachaille, un playboy al que todo lo aburre y tiene fama de mujeriego. Hay entre la pareja sobre la que está volcado el melodrama, una diferencia social. Gastón es también un miembro de la familia que regentea plantaciones, en una época de esplendor de la actividad por el avance del colonialismo europeo, mientras que Gigi es una aspirante a pertenecer a esa elite social...Desde el punto de vista musical Gigi constituye un gran espectáculo. Los números son diálogos cantados entre los personajes o cuadros solistas en las que Honoré o Gastón, los hombres, hablan sobre lo que piensan y sienten. Apenas uno, que se despliega al promediar el film y en el que los personajes se van pasando una botella de champagne, logra cierto encanto. El sonido y el montaje han logrado una supervivencia exitosa al paso del tiempo, como lo fue An american in Paris, también de Minnelli. Además, el personaje de Gastón desde un análisis actual presenta algunas aristas problemáticas. Es clasista cuando la apura a Gigi para casarse con ella y, en un diálogo, sostiene que él es una mejor opción que “un empleado bancario sin apellido”. Por otra parte toda la formación de Gigi como dama apunta a adquirir habilidades como servir correctamente el café y prender habanos, todas destrezas que están en función de atender las necesidades del hombre.

Lo que se ve en Gigi puede ser tomado como una caracterización de una época, y seguramente esa sea la intención del musical, pero esos pequeños detalles, que sumados están en gran parte del metraje, están combinados con una pátina de liviandad y felicidad que los edulcora.

 

 

 El guionista Lerner y el compositor Loewe vivieron en París mientras escribían el guión y la música, para empaparse del ambiente de la ciudad.

 

 

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